13 de julio de 2007
Fuguet, Fuguet, Fuguet
Hay Fuguet, si lo hubieses hecho bién. Si hubieses partido como Vargas Llosa, escribiendo magníficos libros, Conversación en la Catedral, por ejemplo, para terminar escribiendo mierda y vendiéndote al sistema como dicen los tontos graves del Mercurio.
Pero no, partiste al revés. Creíste que era fácil ganarse el dinero diario, a costa de la transpiración de los sexópatas y drogadictos personajes que nos entregaste con tanto amor. A veces me pregunto ¿Habrá alguien en Chile que no se drogue, aunque sea con café?
Pero ya lo sabes amigo Fuguet, como partiste al revés, ahora te queda escribir libros buenos, operas póstumas. Y sobretodo, si además de dinero quieres la fama y los lengüetazos en las botas de cientos de literatos y periodistas de bolsillo, ándate. Ándate a Europa, y escribe libros raros, con harta muerte, sangre, gore. Y después muérete, para que por fin, una seudo periodista, te termine comparando con el chavo.
11 de julio de 2007
POR LA ESCALA SOCIAL
El alcalde Benavente, hallándose en Viña del Mar en una cena de beneficencia, fue a parar por pura casualidad, a una velada que ofrecía en su casa el diputado Aristizabal; y, para sorpresa suya, encontró allí al estudiante de derecho González, que cinco o seis años antes daba clases particulares a uno de sus hijos. No conociendo a nadie más, se acercó, aburrido, a González.
— ¿Cómo es que…, como ha venido usted a esta velada?— le preguntó llevándose la mano a la boca para disimular un bostezo.
— Lo mismo que usted.
— Bueno, eso será cosa de ver— enfadose Benavente, mirando al joven por encima del hombro—. ¡Ejem!... ¿Qué tal…qué tal le van las cosas?
— Regular… Me gradué de la universidad y ahora soy asesor del alcalde Valenzuela de El Quisco.
— ¡Ah!... Para empezar no esta mal. Pero…Perdone la indiscreción: ¿qué representa ese cargo desde el punto de vista monetario?
— Doscientos diez mil pesos mensuales.
— ¡Bah! Con eso no hay ni para cigarrillos—murmuró Benavente adoptando de nuevo un tono de protectora condescendencia.
— Desde Luego, para vivir discretamente en Viña del Mar no es bastante, pero además soy secretario de la administración del ferrocarril Valparaíso-Santiago, y en ese puesto gano cuatrocientos mil pesos.
— ¡Ah! En tal caso naturalmente— le interrumpió Benavente mientras su cara se iluminaba con una especie de resplandor—. A propósito, amigo, ¿Cómo conoció usted al dueño de esta casa?
— Muy sencillo—respondió indiferente González—. Me lo presentaron en la casa del senador Albagli.
— ¿Usted… visita a Albagli?— Desorbitó los ojos Benavente.
— Muy a menudo. Estoy casado con su hija.
— ¿Con su hija? ¡Hem! ¿Quién lo iba a decir! Pues yo, ¿sabe usted?, siempre le deseé, siempre le predije… un porvenir brillantísimo, amigo Fermín González.
— Benjamín González.
— Eso es, Benjamín González. ¿Sabe usted? Cuando lo vi, me dije: “Es una cara conocida”. Al momento le reconocí, y pensé: “tengo que invitarlo a almorzar. No rechazará la invitación de un viejo amigo.” ¡Je, je, je! Esta bien, como usted diga, en el restaurante Vasco a las una…
Nota: Adaptación del Original Por la Escala Social, de Anton Chejov.
— ¿Cómo es que…, como ha venido usted a esta velada?— le preguntó llevándose la mano a la boca para disimular un bostezo.
— Lo mismo que usted.
— Bueno, eso será cosa de ver— enfadose Benavente, mirando al joven por encima del hombro—. ¡Ejem!... ¿Qué tal…qué tal le van las cosas?
— Regular… Me gradué de la universidad y ahora soy asesor del alcalde Valenzuela de El Quisco.
— ¡Ah!... Para empezar no esta mal. Pero…Perdone la indiscreción: ¿qué representa ese cargo desde el punto de vista monetario?
— Doscientos diez mil pesos mensuales.
— ¡Bah! Con eso no hay ni para cigarrillos—murmuró Benavente adoptando de nuevo un tono de protectora condescendencia.
— Desde Luego, para vivir discretamente en Viña del Mar no es bastante, pero además soy secretario de la administración del ferrocarril Valparaíso-Santiago, y en ese puesto gano cuatrocientos mil pesos.
— ¡Ah! En tal caso naturalmente— le interrumpió Benavente mientras su cara se iluminaba con una especie de resplandor—. A propósito, amigo, ¿Cómo conoció usted al dueño de esta casa?
— Muy sencillo—respondió indiferente González—. Me lo presentaron en la casa del senador Albagli.
— ¿Usted… visita a Albagli?— Desorbitó los ojos Benavente.
— Muy a menudo. Estoy casado con su hija.
— ¿Con su hija? ¡Hem! ¿Quién lo iba a decir! Pues yo, ¿sabe usted?, siempre le deseé, siempre le predije… un porvenir brillantísimo, amigo Fermín González.
— Benjamín González.
— Eso es, Benjamín González. ¿Sabe usted? Cuando lo vi, me dije: “Es una cara conocida”. Al momento le reconocí, y pensé: “tengo que invitarlo a almorzar. No rechazará la invitación de un viejo amigo.” ¡Je, je, je! Esta bien, como usted diga, en el restaurante Vasco a las una…
Nota: Adaptación del Original Por la Escala Social, de Anton Chejov.
¿que hay?
adaptacion,
chejov,
por la escala social
Defensa del árbol (Nicanor Parra)
Por qué te entregas a esa piedra
Niño de ojos almendrados
Con el impuro pensamiento
De derramarla contra el árbol.
Quien no hace nunca daño a nadie
No se merece tan mal trato.
Ya sea sauce pensativo
Ya melancólico naranjo
Debe ser siempre por el hombre
Bien distinguido y respetado:
Niño perverso que lo hiera
Hiere a su padre y a su hermano.
Yo no comprendo, francamente,
Como es posible que un muchacho
Tenga este gesto tan indigno
Siendo tan rubio y delicado.
Seguramente que tu madre
No sabe el cuervo que ha criado,
Te cree un hombre verdadero,
Yo pienso todo lo contrario:
Creo que no hay en todo Chile
Niño tan mal intencionado.
¡Por qué te entregas a esa piedra
Como a un puñal envenenado,
Tú que comprendes claramente
La gran persona que es el árbol!
Él da la fruta deleitosa
Más que la leche, más que el nardo;
Leña de oro en el invierno,
Sombra de plata en el verano
Y, lo que es más que todo junto,
Crea los vientos y los pájaros.
Piénsalo bien y reconoce
Que no hay amigo como el árbol,
Adonde quiera que te vuelvas
Siempre lo encuentras a tu lado,
Vayas pisando tierra firme
O móvil mar alborotado,
Estés meciéndote en la cuna
O bien un día agonizando,
Más fiel que el vidrio del espejo
Y más sumiso que un esclavo.
Medita un poco lo que haces
Mira que Dios te esta mirando
Ruega al señor que te perdone
De tan gravísimo pecado
Y nunca más la piedra ingrata
Salga silbando de tu mano.
Niño de ojos almendrados
Con el impuro pensamiento
De derramarla contra el árbol.
Quien no hace nunca daño a nadie
No se merece tan mal trato.
Ya sea sauce pensativo
Ya melancólico naranjo
Debe ser siempre por el hombre
Bien distinguido y respetado:
Niño perverso que lo hiera
Hiere a su padre y a su hermano.
Yo no comprendo, francamente,
Como es posible que un muchacho
Tenga este gesto tan indigno
Siendo tan rubio y delicado.
Seguramente que tu madre
No sabe el cuervo que ha criado,
Te cree un hombre verdadero,
Yo pienso todo lo contrario:
Creo que no hay en todo Chile
Niño tan mal intencionado.
¡Por qué te entregas a esa piedra
Como a un puñal envenenado,
Tú que comprendes claramente
La gran persona que es el árbol!
Él da la fruta deleitosa
Más que la leche, más que el nardo;
Leña de oro en el invierno,
Sombra de plata en el verano
Y, lo que es más que todo junto,
Crea los vientos y los pájaros.
Piénsalo bien y reconoce
Que no hay amigo como el árbol,
Adonde quiera que te vuelvas
Siempre lo encuentras a tu lado,
Vayas pisando tierra firme
O móvil mar alborotado,
Estés meciéndote en la cuna
O bien un día agonizando,
Más fiel que el vidrio del espejo
Y más sumiso que un esclavo.
Medita un poco lo que haces
Mira que Dios te esta mirando
Ruega al señor que te perdone
De tan gravísimo pecado
Y nunca más la piedra ingrata
Salga silbando de tu mano.
¿que hay?
antipoema,
Defensa del arbol,
Nicanor parra,
poema
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